jueves, 22 de enero de 2009

CARLOS ARDOHAIN: POÉTICAS: PALABRA E IMAGEN (III)


Poemas


La velocidad que las cosas necesitan

para estarse quietas

nos modifica en secreto

hay una fugacidad en la percepción

de la apariencia

que siempre despierta sospecha

me gusta saber que elijo pensar

que el verdadero poder reside

en la fuerza quieta

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Un hombre se detiene a pensar

que a lo largo de su vida

ya podría haber muerto cien veces

otro hombre se toma su tiempo

para pronunciar en voz baja

los noventa y nueve nombres de su dios

una mujer sentada en posición de loto

practica la autoconciencia de respirar

en nueve series de diez

y se queda dormida antes de completarlas

mientras tanto las mismas palabras de siempre

se siguen escribiendo y borrando escribiendo y borrando

en papeles en pantallas en las mentes

de personas que guardan esperanza que piensan que la vida

no tiene sentido pero merece la pena

un hombre vacila tres veces ante la misma disyuntiva

una mujer lo piensa dos veces antes de decir

que no de decir que si antes de ir

al encuentro de su destino

un niño camina cien veces de la orilla

al pozo que hizo en la arena

llevando agua en su baldecito para cambiar el mar de lugar

una estrella en el cielo nocturno titila

infinidad de veces proyectando su luz

aún millones de años después de haber muerto.

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Siete sogas colgando de una rama
siete ramas del mismo lado del tronco
siete vírgenes niñas acariciando su cuello
con las manos ciegas de sombras
siete minutos antes de las doce
siete copas vacías en la mesa de la cena
siete camas deshechas cada una
con una mancha de sangre
siete heridas como siete bocas hambrientas
siete lobos transformados en hombres ocultos
siete años de maldición sobre cada casta
siete veces setenta, setecientas veces
siete vírgenes que gimen con todas sus bocas
iluminadas por la luna las niñas se hamacan
colgando cada una de su cuerda
sacándose la lengua
como frutos demasiado maduros
humedeciendo la noche
envolviéndose en el dulzor de la muerte
como si estuvieran jugando
como si pudieran volver a repetir el acto
como si fueran caperucitas acostadas
cada una con su lobo
y derramaran sus jugos secretos en las bocas
abiertas que las esperan allá abajo.

…………………………………………………………..

Los pájaros ficticios
posados en sus jaulas de cuerdas
negando en silencio la existencia del aire

los ancianos implacables
con su helada parsimonia
licúan el tiempo de manera inexorable

las marcas en la roca
mudas cicatrices indelebles
de las heridas que produce lo eterno



Publicados en Nexo el 21/01/09
, en el marco de la entrevista a Carlos Ardohain.

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